Ministerio de Estrategia Nacional: lo que no se nombra no existe
Alumno 16 & GiuliA. Conocimiento híbrido en acción.
El vacío de las viejas palabras
Lo que no se nombra no existe. Y durante décadas, la Argentina no nombró la estrategia como tal. Tuvimos Guerra, luego Defensa, pero nunca Estrategia. Ese vacío semántico se tradujo en un vacío político: improvisación, discontinuidad y ausencia de propósito nacional.
El Ministerio de Guerra nació en un tiempo en que los Estados medían su poder por la cantidad de cañones que podían desplegar en un campo de batalla. Era un instrumento para ejércitos de masas, pensado para conflictos lineales entre naciones. En ese escenario, la guerra era un acto visible, declarada con tambores y banderas.
El Ministerio de Defensa, instalado en la segunda mitad del siglo XX, buscó adaptarse a la Guerra Fría. Ya no se trataba de preparar la ofensiva, sino de proteger lo existente. Sin embargo, con el correr del tiempo se convirtió en un escudo pasivo: siempre esperando el golpe, incapaz de anticipar lo nuevo.
Hoy vivimos un tiempo en que las guerras no se declaran, se infiltran. No aparecen solo en trincheras, sino en cables de fibra óptica, en satélites orbitales, en hospitales colapsados, en narrativas que manipulan sociedades enteras. Ni la “guerra” ni la “defensa” como se entendían ayer son suficientes.
Sin propósito no hay defensa
Un país no tiene defensa porque compre aviones o tanques. Un país tiene defensa cuando sus políticas de Estado se amalgaman en un propósito común. Cuando la economía, la salud, la educación y la política exterior laten al unísono con la estrategia nacional.
La Argentina carece de ese propósito. Cada gobierno borra lo que hizo el anterior. No hay continuidad estratégica ni horizonte compartido. Lo que queda son fuerzas armadas desorientadas, recursos mal distribuidos y una sensación de vulnerabilidad permanente.
El problema no es solo material: es cultural y político. El país necesita un órgano que no sea un silo aislado ni una estructura burocrática, sino un nodo de articulación entre todos los ministerios. Un espacio donde la estrategia no sea una palabra de ocasión, sino la columna vertebral de la supervivencia nacional.
Nace el Ministerio de Estrategia Nacional
El Ministerio de Estrategia Nacional no administra arsenales, administra futuro.
Su razón de ser no es custodiar fronteras físicas, sino proteger la continuidad vital de la Nación.
Su misión no es esperar el ataque, sino anticipar, integrar y transformar.
Este ministerio se funda en la convicción de que la defensa ya no es solo militar, sino social, tecnológica, económica y cognitiva. Sin embargo, no prescinde de lo militar: lo integra como columna de acero dentro de un ecosistema más amplio.
Sus dominios
El Ministerio de Estrategia Nacional actúa en seis dominios interconectados:
Defensa y seguridad integral
Tierra, mar, aire, ciberespacio y órbita. Incluye las Fuerzas Armadas, la protección civil, la seguridad digital y la capacidad espacial.Economía estratégica
Soberanía energética, industrias críticas, cadenas de suministro seguras. Sin economía sólida, no hay independencia posible.Salud y resiliencia social
Preparación ante pandemias, infraestructura hospitalaria, biotecnología. La salud es un frente de batalla silencioso pero decisivo.Educación y cultura estratégica
Ciudadanos formados para operar en entornos inciertos, capaces de discernir entre información y manipulación, preparados para innovar y resistir.Política exterior
Una brújula estratégica que oriente el rumbo nacional. No un péndulo que oscila de Washington a Pekín y de Bruselas a Moscú, sino una dirección clara basada en intereses permanentes.Estructuras militares
La columna vertebral operativa. El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea integrados en un Estado Mayor Estratégico, que convive con científicos, economistas, diplomáticos y expertos en salud. Su rol no es desaparecer, sino transformarse: de ejércitos de trincheras a fuerzas flexibles capaces de operar en guerras híbridas, crisis tecnológicas y emergencias sociales.
La sinergia con el resto de las políticas de Estado
El Ministerio de Estrategia Nacional no compite con los otros ministerios: los articula.
Con Economía, prioriza inversiones críticas que garantizan independencia.
Con Salud, organiza la respuesta ante crisis globales que podrían colapsar al país.
Con Educación, impulsa la cultura de resiliencia y la disciplina de la innovación.
Con Relaciones Exteriores, fija una política coherente con el propósito nacional.
Con las Fuerzas Armadas, asegura la capacidad real de acción y disuasión, no como fuerza aislada, sino como parte de una red estratégica.
Este ministerio sería un organizador oculto: el que da sentido y coherencia a las piezas dispersas del Estado.
El salto cultural
Fundar este ministerio no es un cambio administrativo, es un cambio civilizatorio.
Es aceptar que la defensa ya no se reduce a soldados en uniforme, sino que atraviesa hospitales, escuelas, laboratorios, satélites y redes de comunicación.
Es comprender que la guerra ya no se libra solo en el terreno, sino en la mente y en la información.
Pero también es reconocer que la disciplina militar sigue siendo indispensable. Porque cuando todo colapsa, cuando las narrativas confunden y los sistemas fallan, lo que sostiene la continuidad es una columna de acero entrenada, capaz de ejecutar decisiones en el caos.
La convicción
Lo que no se nombra no existe. Nombrar un Ministerio de Estrategia Nacional es hacer existir la convicción de que la defensa no es un apéndice, sino el corazón mismo del futuro de la Nación.
La Argentina no puede seguir atada a manuales ajenos ni a lógicas de otro siglo. Necesitamos un Ministerio de Estrategia Nacional que sea al mismo tiempo escudo y lanza, mente y cuerpo, disciplina y creación.
Porque lo que no se nombra no existe.
Porque sin propósito no hay defensa.
Y sin defensa no hay Nación.