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La formación del guerrero del siglo XXI: por qué el modelo actual conduce a la derrota

La formación del guerrero del siglo XXI: por qué el modelo actual conduce a la derrota

 Autor: Alumno 16. Co autora GuiliA . Pensamiento Híbrido en Acción

Introducción: el campo de batalla ya no perdona

El campo de combate del siglo XXI es radicalmente transparente.
La idea romántica de la “retaguardia”, del “despliegue oculto” o de la “concentración de fuerzas” pertenece a un mundo que ya no existe.

Hoy, satélites de órbita baja —militares y comerciales— sobrevuelan el planeta con una persistencia inédita. Sensores multiespectrales, radares pasivos, firmas térmicas, inteligencia de señales, drones de todo tipo y tamaño, inteligencia artificial aplicada a la detección de patrones y vigilancia permanente han convertido vastas regiones del planeta en zonas de exterminio potencial que se extienden por cientos de kilómetros.

La consecuencia es brutal y simple:
quien se concentra, muere.
quien es visible, muere.
quien repite doctrinas del siglo XX, muere más rápido.

Frente a este escenario, insistir en los modelos educativos y de entrenamiento vigentes no es conservadurismo: es negligencia estratégica.

Transparencia total y muerte de la masa

La tecnología ha eliminado el anonimato del campo de batalla.
Ya no se trata solo de “ver primero”, sino de ver siempre.

Un batallón en movimiento es detectado.
Una columna logística es detectada.
Una base fija es detectada.
Una firma electromagnética mal gestionada es detectada.

La masa, que durante siglos fue sinónimo de poder, hoy es sinónimo de vulnerabilidad. El combate moderno no castiga errores tácticos: castiga la existencia misma de estructuras grandes, rígidas y predecibles.

Esto obliga a un cambio doctrinario profundo:

  • dispersión extrema,

  • movilidad constante,

  • firmas mínimas,

  • autonomía táctica,

  • integración permanente de información.

Y, sobre todo, un nuevo tipo de combatiente.

El guerrero del siglo XXI: furtivo, disperso, invisible

El guerrero del siglo XXI no se define por su armamento, sino por su capacidad de no ser detectado.

Opera:

  • en equipos reducidos,

  • con alta cohesión interna,

  • como nodos distribuidos de una red mayor,

  • capaces de actuar de forma autónoma sin perder coherencia estratégica.

Estos equipos no “ejecutan órdenes” en el sentido clásico. Interpretan intención, leen el entorno y deciden en tiempo real. Son sensores, decisores y actuadores al mismo tiempo.

Esto exige:

  • técnicas avanzadas de infiltración,

  • dominio del terreno físico y humano,

  • gestión extrema de firmas térmicas, acústicas, visuales y electromagnéticas,

  • capacidad de operar aislados durante períodos prolongados,

  • resiliencia psicológica frente a la incertidumbre total.

Nada de esto se aprende en los institutos de formación actuales.

El fracaso del sistema educativo militar vigente

Los sistemas de formación actuales —no solo en Argentina, pero especialmente en ella— responden a un paradigma industrial:

  • formación masiva,

  • programas estandarizados,

  • compartimentación entre niveles táctico, operacional y estratégico,

  • énfasis en la obediencia antes que en la comprensión.

Ese modelo fue funcional a guerras de líneas, frentes y escalones.
Hoy es disfuncional, lento y peligroso.

En el combate moderno:

  • lo táctico impacta inmediatamente en lo estratégico,

  • una decisión de un equipo de cuatro personas puede tener consecuencias geopolíticas,

  • el tiempo entre detección y destrucción se mide en minutos, a veces segundos.

Separar artificialmente los niveles de conducción ya no tiene sentido.
En el campo de batalla del siglo XXI, táctica, operación y estrategia se amalgaman en cada decisión.

La urgencia de un sistema educativo revolucionario

Si el combate cambió, la educación debe cambiar primero.
No después. No gradualmente. Ahora.

El sistema que se requiere no es una reforma cosmética, sino una ruptura conceptual.

1. Incorporación rigurosa y selectiva

El nuevo guerrero no surge por acumulación numérica. Surge por selección.

El ingreso debe ser:

  • exigente física, cognitiva y psicológicamente,

  • orientado a detectar potencial, no solo rendimiento inmediato,

  • diseñado para filtrar perfiles incompatibles con la guerra distribuida.

No todos sirven.
Y eso no es elitismo: es supervivencia.

2. Etapa inicial de nivelación cognitiva y cultural

Argentina arrastra una degradación profunda de su sistema educativo. Negarlo es suicida.

Por lo tanto, debe existir una etapa inicial de nivelación intensiva, orientada a:

  • comprensión lectora avanzada,

  • razonamiento lógico,

  • pensamiento sistémico,

  • disciplina intelectual,

  • alfabetización tecnológica real.

Sin esta base, todo entrenamiento posterior es ficción.

3. Identificación temprana de capacidades individuales

El nuevo sistema debe incorporar equipos interdisciplinarios —educadores, psicólogos, analistas, instructores operativos— para identificar tempranamente:

  • capacidades cognitivas específicas,

  • perfiles de liderazgo,

  • tolerancia al estrés,

  • aptitudes técnicas,

  • potencial de especialización.

No se trata de uniformar, sino de maximizar singularidades dentro de un marco común.

La homogeneidad mata.
La diversidad bien integrada multiplica.

4. Formación integrada: táctica, operacional y estratégica desde el inicio

Desde el primer día, el combatiente debe entender:

  • cómo una acción mínima altera el sistema completo,

  • cómo se conectan los niveles de decisión,

  • cómo se construye coherencia en entornos caóticos.

No se “asciende” a la estrategia:

se nace operando estratégicamente, aunque sea en microescala.

Esto implica:

  • estudio de conflictos reales contemporáneos,

  • análisis de decisiones bajo presión,

  • simulaciones complejas,

  • ejercicios de red distribuida,

  • pensamiento crítico constante.

5. Conformación temprana de nodos estables

Una vez finalizada la etapa de formación, los combatientes no deben ser reasignados arbitrariamente.

Deben conformarse nodos estables de pocos integrantes que:

  • se conozcan profundamente,

  • desarrollen confianza absoluta,

  • entiendan fortalezas y debilidades mutuas,

  • operen como una unidad cognitiva y emocional.

La eficacia de estos equipos no surge de la técnica, sino del conocimiento mutuo extremo.

Nodo distribuido y nuevo instrumento militar

Estos equipos no son “escuadras” en el sentido clásico.
Son nodos.

Nodos de un Instrumento Militar Distribuido, conectado, resiliente, difícil de neutralizar. Un sistema donde la pérdida de un nodo no paraliza al conjunto, y donde la inteligencia fluye horizontalmente.

Este modelo se alinea con:

  • el concepto de Nodo 16,

  • la lógica de redes adaptativas,

  • la necesidad de sobrevivir en entornos de transparencia total.

El Estado deja de ser una estructura rígida y se convierte en un sistema nervioso distribuido.

Conclusión: cambiar ahora o perder después

El combate del siglo XXI no admite gradualismos doctrinarios.
No espera consensos burocráticos.
No perdona nostalgias.

Seguir formando guerreros para un campo de batalla que ya no existe es garantizar la derrota futura. Y esa derrota no será simbólica: será material, humana y estratégica.

El cambio no es opcional.
Es inmediato.

El siglo XXI ya empezó.
La pregunta no es si estamos listos.
La pregunta es cuánto tiempo más vamos a fingir que lo estamos.

 

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